EL POETA
EL poeta escribe en la mesa del silencio, bajo la lámpara de cobre, para que el agua envenenada se pueda beber. Sube a la barca de Caronte y viaja hasta el reino de sombras, hasta el antiguo saber, para comprar la espiga negra y la púrpura. Luego junta la sabiduría de los contrarios, para hacer con amor el imprescindible pan espiritual. El poeta escribe para amar la tierra y el sol, ama todas las cosas que dan salud y libertad, y hacen crecer el corazón. Escribe para dejar la luz encendida de una escuela, de un hospital, para cauterizar, para huir con la máscara de oxígeno hasta un pueblo desierto, para sentirse vivo aún, para guiar la mente y que no se desboque en el abismo más cruel. Escribe para saldar las cuentas con la muerte, para crecer toda la vida.
MIRAS ALREDEDOR
MIRAS alrededor del desierto y subes a un tren subterráneo que conduce hacia ninguna parte, hacia el olvido. Oyes la guerra de los siglos, la raíz espiritual del lenguaje, el silbo de las oropéndolas bajo la máquina del llanto. Entras en el bosque y tocas sin miedo el centro de la tormenta: los besos del ángel de la muerte no saben a nada: la razón y combate, la escritura de la mano volcánica que sostiene, las violetas que florecen en tu mente. Lloras tus pérdidas y celebras tu juventud. La palabra cuando se pronuncia, crea un nuevo mundo, y también nosotros nos recreamos en una mágica metamorfosis. Así es tu viaje al gran misterio, a la incomprensión de la libertad, como un desierto entre ruinas. Tu misión es sostener el círculo bajo la tormenta de los cautivos, no te hundas en la paz del arco iris.
EL BAÑO
ME gusta estar contigo, entrar en el cuarto de baño, ducharnos juntos con agua muy caliente, acariciar tu cuerpo con jabón de campana, escribir mensajes de amor en el vaho del cristal ante el espejo mostaza, dulcemente envueltos en la niebla de los besos y el aroma de una flor cuyo nombre no existe.
Pero no leas ahora la Divina Comedia de Dante, ni escuches la trompeta de Louis Armstrong que flamea y relampaguea con sus quejidos metálicos, cuya música es negra como la piel de la noche y brilla como las heridas del vaso de tu alma, iluminada con vinos ardientes, con el misterio mágico de los gusanos de seda.
Sí puedes vestirte con el traje de satén azul que aún te favorece, maquillarte con las cien cremas que sonríen en el estante, oscurecer tus párpados como pájaros que vuelan en la laguna de tus ojos, perfumar tu hermoso cuerpo con unas gotas de colonia fresca, pintar tus gruesos labios de rojo como las dos cerezas que iluminan el jardín, para ponerte guapa para mí y salir a la calle a celebrar el mundo.
CONSEJOS
CONSEJOS. Ante la miseria, el silencio y el hambre de tu caballo moribundo, mira por la ventana la última luz, las brasas de la lengua, el misterio de los gusanos de seda, la belleza resplandecía en Múnich. Ante el miedo a la muerte, huye a Venecia y busca a las partículas elementales, escóndete en el refugio oscuro con el umbral de oro. No tires el dinero por las rendijas del cosmos. Hay una isla en medio del océano, con una gruta donde entra la luz y el agua es verde, donde crece la salvia contra las cosas malas y el orificio de la infelicidad, para alcanzar el equilibrio, para descubrir el contorno de un silencio.
EN LOS DESIERTOS DE LA LUZ
EN los desiertos de la luz,
uno es el río de sombra que atraviesa tus párpados.
Uno es la hendidura por donde pasa la muerte
y la geometría ardiente del relámpago.
Uno ve la tormenta de oro, la cueva de cruevles maravillas,
y de repente, me convertí en otra persona. ¿En quién?
Uno es el médano rojo que espanta al escorpión
que envenena al hombre y lo devora.
Uno es la mariposa negra contra la luna,
el gato negro que nos pareció inteligente.
Uno es la infancia, el charco donde brillaba el oro.
Dime: ¿quién fui en los brazos de mi madre,
quién fui en el desierto de la última luz?
Si ya descienden los frutos de la palmera;
y descanso en el oasis de la juventud,
en un rincón sin techo.
Del libro: Altar de luz y luna, de Antonio Agudelo.
Prólogo: Francisco Arriero Ranz. Epílogo: Arturo Hernández González.
Editorial Iruya. ISBN: 978-84-09-29921-8 páginas: 240. Córdoba, 2021.
EL CIELO AJEDREZ
EL silencio se extiende sobre la mesa del pan y apenas nada se mueve ni busca la salida. El arlequín no entra en su misterio donde el mal apaga sus países ni desaparece en batallas de la noche funeral y vacía. La luna es limpia en el cielo ajedrez, para que nada pueda caer en el cero de Dios. Sobre la mesa el pan y los colores de las frutas en platos limpios. Eso no es la dictadura militar, no todas las palabras condenan a muerte. Aquí no hay ruinas ni se deja paso a la cruda verdad del río del silencio, su próximo ataúd. El arlequín respira su humano aliento, esa sabiduría para ser feliz el día de Pentecostés. Hay café y pasteles tricolores sobre la mesa del pan, paz en los manteles. En la oscuridad del comedor, todo volvía. Es la igualdad con el otro, la dignidad de las palabras. No hay luz más allá de la revelación de la muerte: luz insumisa, luz. Apollinaire recomienda la Revolución Industrial, ser un desobediente activo como Max Ernst que dibuja el Nuevo Mundo, no un físico cuántico de la brevedad suicida en la Casa del Sueño. Es el sufrimiento inútil, la enfermedad venérea, la tortura medieval, la guerra, la infamia y hasta la misma muerte. Luz tenaz, luz. La luna es limpia en el cielo ajedrez, no enciende los huesos en el cero de Dios.
Del libro: El cielo ajedrez, de Antonio Agudelo.
Ilustraciones de Juan Carlos Mestre.
Prólogo: Alejandro López Andrada. Epílogo: Salvador Negro.
Editorial: El sastre de Apollinaire. ISBN: 978-84-938931-8-7
Páginas: 93. Madrid, 2016.
A HOUSE OF ETHICS
a world not of this world
poetry is those beings who live in the sky tenants
of good and evil we see ourselves in the stars
poetry is Walt Whitman combed towards the right towards the
left completely bald and the coins come from America
poetry is Greta Garbo who carries a fistful of earth
for bed and bread for bread
poetry works poisoned water until it is drinkable
and transforms the poison into medicine
poetry is the ethical conscience of otherness giving comfort
and hope saving us from death
poetry is revelation and mystery only mystery makes us live
only mystery
poetry is play or fire go to the horizon
caress democracy’s hair
poetry keeps house with hope we go farther
than with fear
poetry isn’t the songs of Whiskey lying the truth
poetry isn’t those beasts dressed as civilians the traffickers
of souls to Purgatory and the false crowns of the queens
poetry is the birds of Saint John of the Cross destined
for salvation the fundamental rocks
the legislators of the universe
poetry is a paradoxical language the language of the other
not the other language the word that makes visible the world
the rhythm of the spirit
poetry doesn’t believe in the peace of tombs
but in the music of fate
and the miracles of imagination
poetry says only true things recognize what is happy
and what is just
poetry is a House of Ethics where brilliance and frenzy
are more beautiful than fascist intoxication
poetry is the birds of Pushkin destined to salvation
and the spiritual project of the New World
the great cultural revolution
poetry moves the furniture around
changing the world is what is important
because it’s possible and necessary
Del libro: Sky Chess, de Antonio Ángel Agudelo.
Traducción: Claudia Routon. (Edición bilingüe).
Introducción:Arturo Hernández González.
Prólogos: Alejandro López Andrada y Verónica Aranda
Ilustraciones: Juan Carlos Mestre. Editorial:Diálogos.
ISBN: 978-1-944884-82-6. Páginas: 221. EE. UU. 2020.
CÓRDOBA
ÉSTA es la tierra de Córdoba, el jardín del Edén, los hombres de acero, las hermosas mujeres del Sur, con sus largos cabellos como una llama negra, con sus ojos llenos de misterio, con su cuerpo de mimbre, su cabeza de diamante, sus labios de rubí, la magia de la lengua y la sonrisa del arcoíris que ilumina el mundo.
Ésta es la tierra de Córdoba, las verdes campiñas, los olivos alineados como ejércitos, los ríos con lengua de plata, el cielo azul donde se mueven las estrellas, el Sol radiante como una colmena furiosa de oro, los bosques de pinos y de alcornoques desnudos hasta la sangre, el encuentro amoroso. Ésta es la tierra, los pájaros giratorios que entran en el bosque y beben en la fuente secreta, en la raíz del lenguaje, la escritura del canto primero de la alondra con el milagro del alba.
Ésta es la tierra de Córdoba, la herencia de nuestros padres, el porvenir de nuestros hijos. Ésta es la tierra que nos vio nacer, donde hemos crecido y amado, y que nos verá morir. Ésta es la Tierra Prometida, abraza a los árboles, ama la música de las estrellas, el fruto de bronce de la tierra soleada, la claridad del mar. Ésta es la tierra de Andalucía, la tierra del arte y del talento. Cuida de nuestro único planeta, hagamos de Córdoba, un buen lugar para vivir.
DON LUIS DE GÓNGORA
DON Luis de Góngora recuerda el retumbar nocturno de los coches de caballos bajo la Cruz del Rastro y entrar en la ciudad violenta. El valiente dispuesto a besar a la Reina con fervor, en la nada posible, para abrazar a su hermoso cuerpo en la Luz, para acariciar su espíritu con un contacto de miradas y deleites en la fuente secreta de sus ojos.
Busca el beso cuyo precio es la vida, busca sus ojos llameantes y arde en su exceso de Luz. Ha encendido el amor para que dure y crecer en el árbol de la sabiduría. Luego se esconde para sobrevivir en esta vieja habitación donde flotan los recuerdos, en esta terrible soledad, pisoteado y hundido. Lo terrible es el borde, no el don del abismo.
Don Luis de Góngora recuerda los versos de la Soledad Primera: Era del año la estación florida y del mentido robador de Europa… que traducido resulta esta interpretación: Un anciano soñó que fue envestido por un gran toro celeste, eran la media luna las armas de su frente y el Sol todos los rayos de su pelo, como luciente honor que quiso darle el cielo.
Y nació un Ángel bello como un príncipe, que no se asomó por el postigo del cielo, y olvidó sus experiencias con la Reina de amargura. Ahora pace estrellas en los campos de zafiro y teje guirnaldas de rosas para su cabeza. Escuchó el canto del pájaro azul, para combatir toda tristeza, todo nudo de lenguas de fuego. Porque raspado gozaba de buena salud y Dios ordenó que cesaran sus guerras, y llegó la paz del Cielo y del Infierno.
Don Luis de Góngora soñó que un anciano entró en la ciudad violenta,dispuesto a besar la Reina que le dobla el dolor. Su desnudez que choca con los célebres entierros de la lengua, su despasión erguida con honor. Porque nació un Ángel bello que juega con su cometa en los jardines, que sonríe con los labios entreabiertos y enmudece. En el silencio de la oquedad, aprende quién es el enemigo.
Góngora ha visto el dolor en el centro del miedo, bajo la tormenta de oro, ha besado con fervor a la Reina, y ha fermentado entre las llamas de la Guerra de Dios. Ha quemado el miedo en el Infierno, antes de merecer esta esperanza en el Paraíso, que le hace vivir con alegría y le da cuerda al corazón maltrecho.
Así es la vida de Góngora: el fulgor y las trampas de la felicidad. El anciano temeroso sin techo, sonríe aún en su propia vejez. La mancha es inútil. El corazón no se puede reparar en la carencia del Amor indispensable, primordial. La mirada muda es expresión del silencio. ¿Por qué pierde el tiempo?
Aún le queda un secreto en las brasas de la lengua, la noche sigue siendo un misterio. Oh Belleza desconocida, el fulgor de sus ojos llameantes y deleites en la fuente segura. La herida lo sostiene en el mundo. Ah de las vendas benéficas de la lluvia, ah de la salvia que cicatriza los besos.
UN PASTOR EN LA SIERRA
UN Pastor en la Sierra ante el problema de la sequía universal
Contempla el horizonte como quien lee el Libro de la Sabiduría
Tiembla en el centro del miedo, acaricia la última Luz,
en la tormenta de oro del otro amanecer
De pronto sucede el indescriptible y perfecto milagro: Llueve
Llueve para que crezca la hierba y la serenidad en su corazón
Alguien da cuerda a su viejo corazón y cierra suavemente sus ojos
la vida se resuelve entre nudos sobresaltados
Regresa a casa, al escritorio bajo la lámpara de cobre
y piensa: No he leído un libro, he tocado a la mujer más bella
del universo, a la Reina que transmuta las penas en alegrías
al contacto del Amor, todos se vuelven poetas
Nacen nuevos salmos en la montaña del arcoíris, nuevos salmos
en el cuadro de La Primavera de Botticelli y en las torres
de Córdoba ondean las banderas rojas del crepúsculo,
mira la esperanza blanca, la bondad son las manos de una madre
que protegen al niño temeroso que sueña con cuchillos
El mundo era un refugio entre los brazos de la Madre Belleza,
un lodazal de salvia, una cloaca de los dioses
donde no se espera nada, solo existía el hambre
El refugiado pasa hambre y piensa en las colmenas de miel dura:
Más vale la pobreza en paz que la mísera riqueza en guerra
Es un hombre que ama la paz y la salud, escupe el cáncer de lengua,
busca el equilibrio, la armonía en los Jardines de la Victoria
no tiene el placer de ver en TV la guerra del mundo,
prefiere irse lejos de vacaciones a una isla paradisiaca
y perderse en la lujuria del verano
No olvida los imanes del Amor, ni el látigo de seda,
ni la estilográfica de la ira sobre la página en blanco,
sorprende su maestría ante el abismo
Ha entrado en la clínica del doctor Kafka, en una farmacia
de guardia, busca un ungüento para sus llagas,
busca una existencia viable
Ha elegido la mejor parte, un castillo de prodigios
y un gran local de juego donde domina a los dragones
como marionetas y buenos réditos
Las voces se enredan entre los espinos que protegen a la fuente
de la lengua y los banqueros se sorprenden ante el prodigio,
hubo una época de esplendor que duró poco
El imbécil cayó en la trampa del enemigo, el silencio
era el lujo de la nada, se hunde en el pantano del caos,
no sabe cómo parar el desastre
El mundo era la cloaca de los dioses, nada que esperar,
nada que descubrir, todo es inútil. ¿Por qué pierdes el tiempo?
Desengáñate: sólo existe la pobreza y el hambre
El que mira en el corazón de la Luz, come y no ciega nunca,
las casas se construyen en el Norte de Córdoba,
las orquídeas trabajan bajo tierra y florecen
con la perfección de la Belleza
Alguien dijo: será conveniente que olvides los presagios
y que cierres suavemente los ojos
Alguien dijo en el oído: “Cuida bien de tus deseos,
porque pueden cumplirse”, el loco no comprende su entusiasmo,
se hunde en un velo multicolor, en el pantano de los errores,
cuidado con los cánidos seductores y con los días infecciosos
Comprende que hay numerosas razones, numerosos problemas
de sequía y tiene que llover en el mundo, ahora y siempre
Un pastor que conoce los desiertos, cree en los pozos de la lengua,
en los puentes de hierro que conducen al Norte de Córdoba,
vendrá la gran tormenta de oro y las secretarias serán fértiles
Lloverá mucho en el Día de la Ira, y en la raya cruda,
qué dura asimetría, mientras sigamos vivos
SUEÑAS QUE VIAJAS EN UN TREN
SUEÑAS que viajas en un tren a alta velocidad y con destino seguro, que entras en la profundidad de la mina y extraes los minerales en un trabajo peligroso y mortal. Imaginas que en la oscuridad te acaricia la luz, que extraes de tres cuerdas una música áspera y escuchas una voz sin esperanza: todo es inverso.
Después, regresas a la granja con tu camisa de algodón egipcio y te ajustas los tirantes rojos, cargas el peso de las gallinas y el peso de los muertos. Y sigues escuchando esa voz sin esperanza. Estás triste, como el perro de la esquina que te mira fijamente a los ojos, triste y feroz al mismo tiempo. Todo es inverso: el verdadero dolor que se transforma en la verdadera alegría, en dicha ajena.
MI MADRE
FUI a la casa familiar, para ver a mi madre envejecida,
y celebrar los dulces recuerdos de mi infancia.
Nos comimos a besos, nos fundimos en un gran abrazo de fervor,
entre sonrisas y lágrimas negras,
porque mi padre había muerto.
Cómo me repetía, debes venir más veces a ver tu madre,
vas a lamentarlo, cuando ya no esté,
ya te acordarás de mí, cuando te quedes solo en el mundo.
Cuando nombraba la muerte, yo no la miraba ni hablaba,
no quería saber nada.
Recuerdo a mi madre enloquecida por la visión de los frutos frescos,
cuando nos traía del campo una gran cesta de higos muy dulces,
de cerezas o fresas, o de huevos entre unas pajas de trigo seco.
Fue dulce mi infancia, un tiempo que ya no volverá.
Y cómo me gustaba mirarla feliz, leyendo mi nuevo libro,
mientras cosía esos trajes coloridos de moda tan maravillosos,
o cuando se hacía esos grandes delantales blancos
que la protegían tan bien en la cocina, sin azafrán ni clavo,
para cocinar y freír el pescado por las noches
y que no le explotara la bomba atómica.
Paseamos por las calles de Córdoba con la Luna en la mirada,
siempre en círculos: del Muro de la Misericordia a Mucho Trigo,
de la Calleja del Pañuelo hasta la Plaza del Gran Capitán,
de la calle Céspedes hasta la Catedral, desde la calle Judíos
hasta la Piedra Escrita, un esplendor que duraba poco,
siempre la misma letanía, siempre en el Edén perdido.
Mi madre inquieta calma los nervios contemplando esa Luz,
la bondad son sus manos agrietadas de tanto trabajar
para criar a sus hijos, para darle unos estudios y un porvenir,
el porvenir de un hijo es siempre la obra de su madre.
Oh madre, recógeme en el paraíso de tu regazo, en tu gran corazón
para que brote la alegría, como el árbol florido de los besos
que me daba sombra y destino. El amor de mi madre
es el combustible que me permite hacer lo imposible.
Te quiero, madre, en este mundo que hace tanto frío,
tu aliento me abriga y me da cuerda al corazón.
Devuélveme la infancia, aquellos dulces recuerdos de mi vida,
de la muerte no quiero saber nada.
HE ABIERTO LA VENTANA
HE abierto la ventana de mi habitación y me asomo al prodigio de los cuatro jardines de mayo. He hablado con los pájaros del amanecer y canto con la voz que me ha prestado un jilguero. No era el anuncio deslumbrante de Dios, ni el sueño mensajero de mi gloriosa familia. Era la voz profunda de la tierra, dura como el pan de ayer. Hoy guardo las semillas milenarias y los filamentos de azafrán en un bolsillo de la Creación.
Veo los veinteañeros que se van al campo en su día libre, buscan una serenidad luminosa, sonríen y se hacen fotografías con los peces pálidos del estanque. Beben un vino barato para perder el tiempo entre ebriedades falsas y risas. ¿Dónde podemos beber un buen vino? ¿En la última bodega el vino verdadero era muy costoso? No volveremos perrinunca.
Los revolucionarios en la hora izquierda salen a la calle, se manifiestan contra el capitalismo, cantan canciones revolucionarias y hacen un gran revuelo. Gritan: “El capitalismo mata el planeta”. En una pancarta dicen: “Para que el nuevo mundo germine, hay que arrancar el capitalismo de raíz”.
Lejos de la ciudad, la voz se perdía entre las zarzamoras, con sus íntimas miserias. Sueño con el canto del jilguero que incendiaba mi corazón con deliquio, con aquellos anillos de serpientes silenciosas como llamas que se enredaban en mi cuerpo oscuro: el país lejano es como la salud.
La memoria pone a cada enfermo en su hospital. Dicen que el doctor Kafka toca la flauta, canta canciones antiguas y que tiene medicina en los ojos. Nace el germen que será más prometedor, más verdadero, en esta fría habitación donde descanso herido de guerra. Me siento libre y muy cansado. Ya no miro al doctor Kafka ni hablo. Cierro la ventana con vistas al prodigio de los cuatro jardines de mayo y se calla el mundo de nuevo.
QUIERO DECIR
QUIERO decir que el río violeta baña a la ciudad de Córdoba en llamas, que las parejas ígneas gritan en una espantosa aurora, que la calavera trae lo real, el olor de lo sagrado, la verdadera voz del Padre del otro amanecer.
Quiero decir que la blancura huye a un rincón de la memoria, que se santigua con las flores en un altar de mayo, que los recién nacidos se esconden en un refugio de cortinajes oscuros y que la verdadera alegría dura dos meses en un bosque sin nombre de lavandas bajo el Sol radiante: nadie regresa de la ciudad lejana.
Quiero decir que mi vida es una gran lucha entre uno mismo y el mundo, que es muy difícil vivir y no vivir, que soy un hijo de la guerra, pero no recuerdo sus horrores, que no sentí el llanto sino la vergüenza, que vivo de milagro, que no tengo miedo a tantos enemigos, porque no soy un ser frágil, ni sentimental, ni imbécil en la puerta del sueño. Soy un tipo fuerte, firme y rotundo. A veces soy demasiado serio, parezco un monstruo imperturbable. Pero es mejor estar en el lado del mundo, para poder decir: soy un hombre justo y bueno.
DÍA DE LA IRA
NO sabía que hoy era el Día de la Ira, que el resplandor entraría en los ojos de los muertos, que un dios desatendido usaría su guadaña de fuego, que su ira sería mi propia ira, que me reduciría a cenizas y zapatos, a huesos pulidos en un hospital sin camas: no había nada dentro de la luz, ningún destello del alquimista. Sólo sentí la extrañeza de vivir, la epifanía de la herida, el largo bisturí que opera sin consuelo al corazón: ¡Dios vive!
Adiós a la agonía, no volveremos a encontrarnos en un hospital sin camas, ni besaré la muerte. Nadie tiene la culpa de que hablemos distinto idioma. Prefiero sobrevivir mirando la luz del horizonte, en este espacio vital, de serenidad luminosa, donde el desengaño aflora como una isla en medio del océano. Viviré con la máquina de la familia en un paisaje bíblico, asido a la sombra de mi madre, en un territorio blanco de mujeres inútiles. Apoyado en la nada, o en todo lo que significa la tormenta del Día de la Ira: Córdoba fue rehabilitada.
Del libro: Córdoba en 65 Miradas, de Antonio Agudelo.
Prólogo: Federico Abad. Ilustraciones: Francisco Vera Muñoz, José Antonio Pérez Guillén y José María García Parody.
Editorial: Iruya. ISBN: 978-84-09-32004-2.Páginas: 140.
Córdoba de Andalucía (España), 2021.
EL ÁNGEL
QUERIDO Ángel, alza tu frente de rubios bucles y baila: “El lago de los cines” en los altos palacios de San Petersburgo, sobre la nieve y el pan de oro, como un príncipe desdichado. Recuerda a la Reina y el flamear de cegadora pedrería; el árbol que cantó en tu infancia, sus brotes jóvenes en primavera y la más hermosa mujer que nunca has visto.
Alza tu frente y desciende en un barco de palomas mar adentro, hasta los tronos del Sol. Allí estaba el Rey Midas, dicen que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Oyes las lágrimas crujir en los altos patíbulos y la sonrisa del arcoíris que despierta a los valles con un nuevo espíritu de vida. Tienes los labios fríos de besar a tanta muerte. Alguien da cuerda a tu reloj, y floreces en la grieta del muro y los bosques del éxtasis.
Ves la aurora pura, las parejas ígneas que se entregan a los lechos de amor y muerte, con rostro pálido de otoño. ¡Oh calavera feliz en el día de la resurrección! Luego ves a la jardinera del silencio en la inocencia libre y le das un beso seco. Son los desastres de este tiempo, la sangre oxidada en el filo de las hachas. Duerme, de nuevo junto a la Belleza y la lámpara de cobre de la que descienden las palabras, trastornado con un placer intenso y misterioso, en la noche mortal del paraíso.
ÁUREO MUCHACHO
OH áureo muchacho de los chopos. alza los bucles de tu frente y come vida. entra en los bosques que carmena el lobo. ¿de qué otro modo podrían respirar tus pulmones. la garza que no vi. ni a wagner fermentando en llamas. el mensaje sin rostro? la tierra no ha muerto. el río se desliza sobre hímnicos cantos. los pájaros crecen en la agonía del mundo.
en el tapiado columbario se descomponen los cadáveres embalsamados. el azul mudo. ¿dónde tu voz. la palabra que deslumbra. tu elixir? hay que mirarse selva adentro aunque estalle la bombilla y el dragón salga de su cueva. las golondrinas gritan en la curva, los cerezos florecen con éxtasis. y los jóvenes brillan con la gracia del diamante.
avanzas en la noche hacia el enigma. y desnudo te entregas a los brazos del amoroso apolo. donde sus besos de pasión te trastornarían con un placer muy intenso y misterioso. para fundiros en un solo ser. que es tu destino. porque el amor solo puede ser poseído por la muerte. por la silente trípode. en ningún lugar. allí todo el dolor y lo que salva.
NO
NO pienses en el último grito en el desierto, no en el sacrificio de las reses, no en el martirio de San Sebastián, ni en la fulminación; sino en la categoría del acto: cómo lo muerto desaparece y brota lo vivo, cómo de la mudez brota la palabra de esplendor, cómo los almendros florecen cada año con éxtasis. Ésta es la magia de la geometría: la utilidad de la muerte, la verdad de la muerte.
POEMA DE AMOR
AMOR mío, dentro de la noche hay otra noche,
te desnudo con abrazos tiernos, nos comemos a besos,
en una estrecha cama, sobre sedas amarillas.
Veo
el más bello sudor sobre tu pecho,
como una diadema de perlas resplandece.
Es verdad,
que la noche es la luz en su negación, que nos dolía ser,
que tras el amor viene la tristeza,
y nos despertamos llorando con el milagro del alba.
Es verdad,
que la expresión del amor es el estilo de Dios,
que parece que nos fundimos y somos uno en el amor,
que la vida es sueño y despertar es lo que mata:
la tiranía de lo resplandeciente, la categoría de los actos
de Amor.
EL RUISEÑOR DE KEATS
EN la patria desnuda todavía canta el ruiseñor de Keats.
Cada noche en el limonero canta el ruiseñor de Keats.
Canta para que todos beban la misericordia, su infinito.
Él nació libre, y para seguir siendo libre, escogió la (sol)edad
de los bosques. Vi la primera mujer, acaricié su sangre,
y la alegría de las fresas en los labios. Oro vivo.
Oro su cuerpo tatuado en el oro de un rayo donde cabe el universo.
Es una alegría tan honda que no se sabe qué es.
Es el cántaro vacío, el que rebosa tu límite más alto.
Del libro: El oro de un rayo donde cabe el universo,
de Antonio Ángel Agudelo. Proemio:Arturo Hernández.
Editorial: Elvo. ISBN: 978-84-121247-0-5
Páginas: 136. Málaga, 2019.
VIENA
HE VISTO que los niños cantores de Viena hacen en la iglesia
[una pausa mortal.
He visto un silencio tan grande como el silencio de Dios;
pero había Luz en sus manos, Luz
en la germinación de las semillas, en el vértigo
y la quietud: Era el instante del pan y del Gran Silencio.
El silencio son los ríos horizontales que fluyen verticales en la
[Tierra de Fuego.
EL silencio son las víctimas inocentes en los campos de Auschwitz y
[Mauthausen.
El silencio son los hombres que han venido a pedir compasión
[por el dolor del hombre.
El silencio son los sastres que cosen el traje del tamaño de
[mi muerte.
Ése es el silencio.
He visto los niños cantores de Viena junto a la sangre polar de
[un ataúd.
He visto un vacío tan grande como el vacío de Dios;
pero había Luz en las profundidades cóncavas, Luz
en las semillas y en las arterias del relámpago. Después,
mis enemigos me sacaron a hombros de la casa vacía:
Era el instante del pan y del Gran Silencio.
Los panaderos cantan en la niebla del silencio.
Las madres oyen lágrimas crujir en el silencio.
Las golondrinas crían en los graneros del silencio.
Gandhi bebía en las raíces blancas del silencio.
Morir es despertar en el silencio.
Del libro: El Mundo Líquido, de Antonio Agudelo.
Prólogo: Nelson Jiménez Vivero (Miami, EE. UU.
Ilustración de la cubierta: Miguel Gómez Losada.
Editorial: Celya. ISBN: 978-84-15359-88-3
Páginas: 82. Toledo, 2014 .
ERES UN ÁRBOL DE OTRO MUNDO
ERES un árbol de otro mundo: una aurora pura,
donde escucho este clamor, este esplendor,
este abrazo del cerezo, memoria de la luz.
Eres el creador, el asesor y el encantador en las fuentes.
Lengua que nace en la silente matriz,
la memoria del sentido en tu infancia sonora.
Eres un sueño en otro: el poema que germina
en la nada del campo, en la nada del papel,
el presagio migratorio del horizonte al alba.
Del libro: El atleta del Abismo, de Antonio Ángel Agudelo.
Editorial: Catorcebis. ISBN: 978-84-17416010
Páginas: 217. Sevilla, 2019.
VERLLAMA
AL pozo del desierto
se cae lágrima
que bucea las sombras;
espera en la luz,
se brota verde el agua negra,
la leña vieja en llama: ¡Dios vive!
La vida comienza en rojo.
EL NIÑO EN la habitación más oscura del salitre,
la luz entra como un relámpago en mis ojos
y una paloma arde en su blancura.
Era el niño delante del cerezo, el niño
conducido por relámpagos, perdido,
al pie del mundo que nos falta.
¿Y cuánto tiempo cabe en los ojos de un niño?
MADRE
UNA cuna dorada esplende en la memoria
y su ternura, dando olor a suavidad
llena de pétalos el corazón.
He envejecido
dentro de la luz y yo más amo la luz, quema
el vaho oscuro de las bestias y las tormentas
embarran el lenguaje.
¡Cállense
los hombres que aúllan y devoran
y que la palabra vuelva
a ser suavidad, manjar celeste,
abismos que se transparentan en la altura!
En un rincón
hay rostros que se borran, piedras
que ahora amanecen bajo el sol.
Recuerdo el rayo
amamantar al niño, abrir los ojos
a mi madre, respirar su aliento.
Tal vez morir,
si he de morir, no sea más
que abrir los ojos en los brazos del Amor.
SIN POR EXCESO
Nadie vio las dos caras de la Luna.
Nadie vio los rostros amados en la unión
del negro vértigo y la dicha de ser. Nadie,
si vas con mucho amor te dora el aire,
la pulsación de su voz única.
¿Quién canta las delicias que soñamos?
¿Quién nos cambia de sitio el corazón?
La belleza es el ángel caído que respira
en tu espalda, existe y no existe en los astros.
En la casa de las palabras blancas
hay rostros que se fueron sin decir adiós.
Del libro: Madreagua, de Antonio Agudelo.
Prólogo: José Luis Rey. Ilustraciones: Miguel Gómez Losada, Juan Carlos Mestre y José María García Parody.
Editorial: depapel. ISBN: 978-84-939752-3-4
Páginas: 57. Córdoba, 2012.
En las afueras
nubes de mariposas,
temblor de flores.
Sueño nocturno:
intento asirme al cuerpo
y ya no está.
No nace nada.
Cuando enferma la tierra,
Tiempo de espera.
Los sanitarios
salvando tantas vidas
salvan la luz.
(Pandemia, Covid-19)
Descenso a Dios.
El vacío, su rostro:
niebla sin puertas.
Cerca de Dios.
Vamos de inexistencia
a inexistencia.
Quizá ya somos
invisibles; el aire
de eternidad.
La Central Térmica
cables de alta tensión:
principio y fin.
Del libro: La Central Térmica. Haikus, de Antonio Agudelo.
Prólogo: Verónica Aranda. Fotografías: José Ángel Expóxito
Gómez. Editorial: depapel. ISBN: 978-84-939752-9-6
Páginas: 80. Córdoba, 2012.
LA TARDE era una red, dorada y verde,
sobre el azul tranquilo de las aguas,
cuando los peces lúbricos saltaban
por el aro del sol como los tigres.
La playa era polvo de diamantes.
La gaviota era ola que se acerca.
Su cuerpo,
un gajo de naranja entre los labios,
el zumo que rebosa de la copa.
Hubo un instante,
en que el viaje de fuera y el de dentro coincidían,
como el deslumbramiento de abrirse una flor.
Un fuego blanco, casi espuma, mar.
DESPUÉS del cierre de los bares y las cremalleras,
de que el tallo me pidiera el traslado del jardín,
de que se hiciera leña del árbol caído,
de perder una casa por amor, después del día,
y herido como el último sol de la tarde
ya sólo queda el templo de la noche.
Con el abrigo puesto por los hombros
y la maleta arrastrando por el suelo,
voy buscando por las calles
una sonrisa que llevarme a la boca.
(Fragmento del poema: El Templo de la Noche)
EL FUEGO
HOY aquella cárcel es esta casa
oculta en su verdad de barro.
Hoy aquí debemos descubrir el fuego,
debemos descubrir dentro,
debemos encontrar el fuego,
para salir al paso y del pasado salir
hacia el encuentro del fuego
que sigue ardiendo en la luz.
Vieja piedra al edificio nuevo
y leña vieja al nuevo fuego,
porque cuanto no es ceniza es la llama,
y la llama es el nuevo fuego del fuego
que nos enciende en más vida y más luz
mucho más allá de la luz y del fuego.
Levantar la casa dando a las estrellas,
abierta al camino y el camino abierto
a la montaña, para que el camino y la montaña
vuelvan a casa de camino a las estrellas.
Rehabilitar la vieja y nueva casa,
de esa infinitud de abuelos de nuestros abuelos,
de esa infinitud de hijos de nuestros hijos,
contigo ahora presentes aquí en la llama.
Hoy levanto la piedra a pie de vuelo
y edifico la casa camino a las estrellas,
cuando la casa se hace huerto de la Rosa,
en el fuego, que sigue ardiendo, en el fuego.
A CORAZÓN ABIERTO
A corazón abierto abandono mi destino.
Todo es algo de nada y sólo es nada.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Aquí no hay más remedio que perderse,
Porque hay que perderse sin remedio.
No. No habrá salida que nos salve.
Nadie. Nadie subirá las esbeltas escaleras
Limitadas por el filo de los cielos. Nadie.
Nunca llegaremos al definitivo cielo,
Ni nos sorprenderá tras los arcos el alba prometida.
No. Aquí no hay salida que nos salve.
La muerte no es sueño. No.
Ni tan siquiera la muerte.
Yo no tendré más remedio que perderme
Fluyendo adjunto al tuétano del agua;
Ajeno a toda superficie y quemadura,
Y libremente repose al fin,
Bajo un hondo latido de humedades.
Del libro: El Sueño de Ibiza, de Antonio Agudelo.
Prólogo:Pablo García Casado.
Ilustraciones: José María García Parody.
Editorial: Diputación Provincial de Córdoba (2ª Edición).
ISBN: 978-84-8154-212-7. Páginas: 54. Córdoba, 2008.
LA eternidad bien podría ser
una isla como Ibiza,
una cala escondida con aguas azules y esmeraldas
y la arena como polvo de diamantes,
con hermosas chicas rubias y ojos muy azules,
con pezones brillantes y el sexo abierto
como un panal de miel palpitante.
Hermosas chicas y chicos como héroes griegos
con labios afrutados, con músculos de alegría
y con levantamiento de bandera,
para hacer el amor infinitamente y no la guerra.
La eternidad bien podría ser
vivir en la belleza de las palabras
para cantar la canción del Paraíso.
De la antología: La Canción del Paraíso, de Antonio Agudelo.
Prólogo y selección:Jesús Goicouria. Páginas: 112. Inédita.
DE un dulce canto de sirenas que escuchó Ulises
en la orilla del mar, de la vara mágica del agua
y el olor de resinas de un bosque desconocido,
del ojo vigilante que busca la belleza y la bondad
para ser feliz, de los besos de la Amada,
del grial y de la reina de diamantes que vive
en un pueblo cerca de Düsseldorf en Alemania,
de los estudiantes que aprenden en la escuela del mundo
con el maestro a distancia y con el maestro sabelotodo,
de todo lo visible y lo invisible, de los viajes a Nueva York,
cada noche vas del don de la alegría al don de lenguas,
es un viaje sanador: la curación del mundo,
cada mañana el viejo amor se renueva como un regalo,
son viajes hacia la perfección de la luz,
de un reino a otro, de la plenitud al vacío,
debes ir de la existencia a la inexistencia,
la muerte crea vida, florecías en el abismo,
para que brote la salud, crezca el corazón
y la felicidad de las pequeñas cosas.
Del libro: Un viaje sanador, de Antonio Agudelo.
Prólogo:Pablo García Casado.
Ilustraciones:Antonio Mohedano.
Epílogo:Rafael J. Murillo Infante.
Páginas:150. Inédito.